Manifiesto de Marca
La historia y el pacto detrás de DEVIL
Mi familia era una mezcla de agnósticos y laicos. Al entrar a la escuela parroquial, la religión comenzó a llenar los espacios de una infancia solitaria entre adultos. Siempre fui el outcast por mi forma diferente de pensar, lo que hizo que terminara identificándome con ese personaje al que expulsan del cielo a patadas y le dan vuelta la cara.
Con el tiempo, entendí que tanto Dios como el Diablo no son entidades, sino proyecciones de nuestra conciencia colectiva. Y comprendí que, en lugar de vivir buscando una salvación, lo mejor que podemos hacer para honrar esta vida es vivirla plenamente en el presente y construir un futuro terrenal.
Si el Diablo representa todo eso —las tentaciones, el placer, lo terrenal— seguiré identificándome con él. Cuando decidí dar rienda suelta a mi lado artístico, supe que quería crear algo que le rinda homenaje al placer.
Pero DEVIL no es solo una marca nacida de un símbolo. Se gesta también a partir de una necesidad personal: ser respetado como consumidor. En DEVIL, ese respeto es un pacto con quienes eligen.
Siempre me resultó ofensivo comprar un producto de una gran marca y ver, semanas después, una promoción que dejaba afuera justamente a quienes confiaron primero.
DEVIL no es eso. DEVIL respeta. Y por eso no tiene clientes. Tiene poseedores.
El poseedor no es alguien que compra. Es alguien que elige. Y esa elección es sagrada.
No buscamos fidelidad ciega ni recompensas huecas por repetir lo mismo. Queremos personas libres que nos elijan una y otra vez, por deseo. DEVIL recordará cada elección, cada compra, y honrará al poseedor con descuentos, preventas, obsequios y eventos exclusivos.
Los eventos no se piensan para «el afuera». Son para quienes ya eligieron el placer.
DEVIL no premia la fidelidad.
DEVIL honra la elección.
Esa es nuestra diferencia. Y si la cuidamos, no somos una marca más. Somos un culto sin dogmas.
Un imperio hecho de sentido.
Sergio Rentero, creador y arquitecto de la marca.